“Nuestra
familia no cesaba de aumentar y la cuna estaba constantemente ocupada, aunque,
¡ay¡, la mano estranguladora de la muerte nos había arrancado de ella a alguno
de sus pequeños ocupantes. Hubo tiempos, tengo que confesarlo, en que me
parecía cruel llevar hijos en el vientre para perderlos luego y tener que
enterrar amor y esperanzas en sus pequeñas tumbas (...). La mayor de mis hijas,
Cristina Sofía, no vivió mas que hasta la edad de tres años, y también mi
segundo hijo, Christian Gottlieb, murió a la más tierna edad. Ernesto Andrés no
vivió más que unos pocos días más, y la niña que le siguió, Regina Juana,
tampoco había llegado a su quinto cumpleaños cuando dejó este mundo. Cristina
Benedicta, que vio la luz un día después que el del Niño de Belén, no pudo
resistir el crudo invierno y nos dejó antes de que el nuevo año llegase a su
cuarto día (...) Cristina Dorotea no vivió más que un año y un verano, y Juan
Augusto no vio la luz más que durante tres días. Así perdimos siete de nuestros
trece hijos, (...) bondadosas mujeres de la vecindad trataban de consolarme
diciendome que el destino de todas las madres es traer hijos a este mundo para
perderlos luego, y que podía considerarme feliz si llegaba a criar la mitad de
los que hubiese dado a luz.”
La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach.
“Sí, hermanos, no es casualidad lo que os ha hecho nacer
grandes y poderosos (se refiere al rey y la nobleza). Dios, desde el comienzo
de los siglos, os había destinado a esta gloria temporal, señalándoos con el
sello de su grandeza y separándoos de la muchedumbre por la magnificencia de
los títulos y de las distinciones humanas.”
Massillón. Sermón sobre la consideración que los grandes deben a
la Religión.
“En primer lugar me doy cuenta de algo que es reconocido por
el bueno y el malo: que es necesario razonar en todo, porque el hombre no es
solo un animal, sino un animal racional; que, en consecuencia, siempre hay
medios para descubrir la verdad; que quien renuncia a buscarla, renuncia a su
cualidad humana y debe ser tratado por el resto de su especie como una bestia
feroz; y que una vez descubierta la verdad, cualquiera que renuncie a aceptarla
o es un insensato o es moralmente malvado.”
“Los reyes son llamados justamente dioses, pues ejercen un
poder similar al divino. Pues si consideráis los atributos de Dios, veréis cómo
se encuentran en la persona de un rey (...). De la misma forma que es impío y
sacrílego hacer un juicio sobre los actos de Dios, igualmente es temerario e
inconsciente para un súbdito criticar las medidas tomadas por el rey.”
Jacobo I de Inglaterra. Reinó entre 1603 y 1625.
“Dios
estableció a los reyes como sus ministros y reina a través de ellos sobre los
pueblos (...)
Los príncipes actúan como los ministros de Dios y sus lugartenientes en la tierra. Por medio de ellos Dios ejercita su imperio. Por ello el trono real no es el trono de un hombre sino el de Dios mismo.
Se desprende de todo ello que la persona del rey es sagrada y que atentar contra ella es un sacrilegio.”
Los príncipes actúan como los ministros de Dios y sus lugartenientes en la tierra. Por medio de ellos Dios ejercita su imperio. Por ello el trono real no es el trono de un hombre sino el de Dios mismo.
Se desprende de todo ello que la persona del rey es sagrada y que atentar contra ella es un sacrilegio.”
Bossuet. La política según las Sagradas Escrituras. Libro III.
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