jueves, 30 de octubre de 2008

TEXTOS DEL ANTIGUO RÉGIMEN

AUNQUE UN POCO TARDE, PERO A TIEMPO PARA PREPARAR LAS PRÓXIMAS PRUEBAS, OS DEJO LOS TEXTOS SOBRE EL ANTIGUO RÉGIMEN. LA MAYORÍA LOS HEMOS VISTO EN CLASE. ESPERO QUE OS AYUDE

Jacques Bénard nace en Magny-en-Vexin el 19 de mayo de 1664. A la edad de 23 años, el 1 de julio de 1687, se casa con Barbe Pigeon, que tiene aproximadamente la misma edad.
Su hijo mayor, Nicolás, nace el 19 de febrero de 1688 y muere el 29 de noviembre del mismo año.
El 12 de enero de 1691 nace Juan, que murió el 7 de mayo de 1706, a los 15 años de edad.
El 19 de abril de 1693 viene al mundo una niña, Margarita, que muere un año más tarde, el 4 de mayo de 1694.
Igualmente, José nace el 28 de diciembre de 1695 y muere a la edad de 7 años, el 15 de mayo de 1703.
Solamente sobrevivieron dos hijas: Bárbara y María, nacidas, respectivamente, el 7 de diciembre de 1698 y el 27 de enero de 1703. La primera se casa con Jacques Cardonnet, el 6 de julio de 1722; la segunda, con Laurent Montegagne, el 16 de abril de 1728.
La madre, Barbe Pigeon, muere el 15 de noviembre de 1703, algunos meses después de su hijo José.
Una vez viudo, Jacques Bénard se vuelve a casar el 20 de mayo de 1704 con Catherine Picot de 33 años. Jacques Bénard muere el 3 de abril de 1715 y es enterrado en el cementerio de Magny.”
Extraído de los registros de bautismo, casamientos y sepulturas de Magny-en-Vexin

En la época que nos ocupa reinaba en las ciudades un hedor apenas concebible para el hombre moderno. Las calles apestaban a estiércol, los patios interiores apestaban a orina, los huecos de las escaleras apestaban a madera podrida y excrementos de rata; las cocinas, a col podrida y grasa de carnero; los aposentos sin ventilación apestaban a polvo enmohecido; los dormitorios, a sábanas grasientas, a edredones húmedos y al penetrante olor dulzón de los orinales. Las chimeneas apestaban a azufre; las curtidurías, a lejías cáusticas; los mataderos, a sangre coagulada. Hombres y mujeres apestaban a sudor y a ropa sucia; en sus bocas apestaban los dientes infectados, los alientos olían a cebolla y los cuerpos, cuando ya no eran jóvenes, a queso rancio, a leche agria y a tumores malignos. Apestaban los ríos, apestaban las plazas, apestaban las iglesias y el hedor se respiraba por igual bajo los puentes y en los palacios. El campesino apestaba como el clérigo; el oficial de artesano, como la esposa del maestro; apestaba la nobleza entera y, sí, incluso el rey apestaba como un animal carnicero y la reina como una cabra vieja, tanto en verano como en invierno, porque en el siglo XVIII aún no se había atajado la actividad corrosiva de las bacterias y por consiguiente no había ninguna acción humana, ni creadora ni destructora, ninguna manifestación de la vida incipiente o en decadencia que no fuera acompañada de algún hedor.
Patrick Suskind, El perfume, 1985

“Los reyes son llamados justamente dioses, pues ejercen un poder similar al divino. Pues si consideráis los atributos de Dios, veréis cómo se encuentran en la persona de un rey... De la misma forma que es impío y sacrílego hacer un juicio sobre los actos de Dios, igualmente es temerario e inconsciente para un súbdito criticar las medidas tomadas por el rey.”
Jacobo I de Inglaterra (1603-25)

La voluntad de Dios es que cualquiera que haya nacido súbdito, obedezca ciegamente.... Es preciso ponerse de acuerdo en que, por muy nefasto que pueda ser un príncipe, la rebelión de sus súbditos es siempre criminal... Pero este poder ilimitado sobre los súbditos no debe servir sino para trabajar más eficazmente por su felicidad.”
Memorias de Luis XIV

“Es sólo en mí que reside el poder absoluto, cuyo carácter propio es la intención de aconsejar, de justicia y de razón. A mí sólo deben mis Cortes su existencia y su autoridad; la plenitud de esta autoridad que sólo ejercen en mi nombre, sólo en mí reside y jamás podrán usarla en contra mía; sólo en mí radica el poder legislativo por completo y sin dependencia; es sólo por mi autoridad que los oficiales de mi Corte proceden no a la formación, sino al registro, a la publicación, a la ejecución de la ley, y que les es permitido advertirme de lo que es deber de todo útil consejero; el orden público en bloque emana de mi, y los derechos e intereses de la Nación, que nos atrevemos a considerar como un cuerpo separado del monarca, quedan necesariamente unidos a los míos propios y únicamente de mí dependen.”
Luís XV, dirigiéndose al Parlamento de París, 3 de marzo de 1766

“La condición del hombre es la de guerra de todos contra todos, en la cual cada uno está gobernado por su propia razón, no existiendo nada de lo que pueda hacer uso que no le sirva de instrumento para proteger su vida contra sus enemigos (…)El único camino es erigir un poder común capaz de defenderlos(...) es conferir todo su poder y fortaleza a un hombre(...) (el rey)”
T. Hobbes, Leviathan, 1651

Es la imagen de Dios que, sentado en su trono en lo más alto de los cielos, hace marchar a toda la naturaleza(...). En fin, reunid las cosas tan grandes y augustas sobre la autoridad real. Ved un pueblo inmenso reunido en una sola persona; ved este poder sagrado, paternal y absoluto; ved la razón secreta que gobierna todo el cuerpo del Estado encerrada en una sola cabeza: estáis viendo la imagen de Dios en los reyes y tenéis la idea de la majestad real.”
Bossuet, Política sacada de las Sagradas Escrituras, 1709

"Todo sistema social y político que bajo un régimen monárquico estableciera entre los hombres una igualdad de derechos y deberes eliminando las distinciones, conduciría pronto al desorden, consecuencia inevitable de la igualdad absoluta, y a la destrucción de la sociedad. El noble consagra su dignidad a la defensa del Estado y asiste con sus consejos al soberano."
Solennelles. París. 1776

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